A estas alturas, todos los docentes conocemos la importancia de evaluar y, aún más, la importancia de saber evaluar competencias. La evaluación consiste en un proceso de comparación, de comparación con una serie de estándares. Pero también sabemos que la evaluación es algo más complejo que comparar resultados con objetivos.
La evaluación de la Competencia Digital es, quizá, el ejemplo más claro de un proceso continuo. No solo se trata de comparar unas metas alcanzadas con respecto a unos objetivos fijados previamente y, en su caso, intentar corregir las desviaciones producidas. En el caso de la Competencia Digital se hace necesario un proceso de evaluación global, transversal y continuo.
Si hablamos de la evaluación que un profesor o profesora va a realizar sobre la competencia digital de sus alumnos, debemos tener claro que no hay un objetivo final que pueda alcanzarse, sino una cadena de objetivos intermedios que harán que, a corto y medio plazo sus alumnos y alumnas vayan comprendiendo (primero) y perfeccionando su competencia digital. Cada actividad, cada proyecto, tendrá como objetivo subir un escalón más de esta escalera que no tiene un final, su fin en sí mismo es seguir subiendo.
Como decía antes la Competencia Digital, establecida a través de sus cinco áreas junto con sus respectivos descriptores, ha de evaluarse de forma global y continua, lo cual no es óbice para que puedan realizarse evaluaciones puntuales en cada etapa del proceso o en cada actividad o proyecto que se realice, de hecho esto es tan importante como lo anterior.
En el caso de la competencia digital del profesorado sí que estaríamos hablando de algo más complejo y peliagudo de evaluar. En primer lugar surge la pregunta de quién evalúa. Es una buena idea quizá en este caso utilizar la autoevaluación, pero para ello debemos tomar conciencia de la importancia de adquirir y desarrollar nuestra propia competecia digital y, en este sentido, como ya me he quejado otras veces, hay que hacer un gran ejercicio de autocrítica y reconocer que todavía un porcentaje muy importante de los docentes en activo tienen un grado de competencia digital muy escaso e incluso nulo, y además no tienen ninguna motivación por adentrarse en el "mundo TIC". En segundo lugar hay que reconocer que la evaluación debería ir precedida de un plan de detección de necesidades y de formación, para aquella tuviera sentido y fuera productiva.
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